lunes, 8 de junio de 2009

Relatos "Sobre Florencia""

“He sido un hombre afortunado; en la vida, nada me ha sido fácil”Freud

El diagnóstico de Florencia es: bla, bla… Su plan psicofármacológico es: bla, bla...

Semanalmente, realizábamos ateneos clínicos, con fructíferos debates (y estériles también), aunque no sabría determinar si los mismos lo eran para el ego de los profesionales que participábamos o en beneficio o detrimento de los pacientes, real motivo de la reunión. Florencia formaba parte de lo que denominábamos casos difíciles. Concurría temprano al hospital de día y caminando como un zombi, con la mirada en la nada, se dirigía a un rincón e iniciaba su ritual: golpeaba su cabeza, rítmicamente y sin pausa. Los acompañantes terapéuticos intentaban detener su auto agresión, sin lograrlo, dado que ella ejercía una violencia inusitada. Finalmente, el desenlace era absolutamente predecible: medicación y ya. Asimismo, su participación en las actividades de talleres era intermitente y solía demandar atención exclusiva de los terapeutas

Florencia nació en plena la selva chaqueña, en una de las regiones mas paupérrimas del país. Sus padres, trabajadores rurales, residían en la Isla del Cerrito, en el Asilo para Leprosos, ya que padecían la enfermedad de Hansen. Apenas nació se procedió a la modalidad habitual que solía realizarse en estas situaciones: se la retiró del cuidado de sus padres y se la envió al hogar “Mi Esperanza” , en Buenos Aires, lugar en el que los hijos de leprosos eran criados a cargo de religiosas.

-No coincido-manifestó el Lic. Dolina-está siendo tratada como una psicosis cuando su cuadro responde a una histeria de conversión
-¿Cómo lo fundamenta?-interrogó, no sin cierta curiosidad la Dra. Coria
-Su acto está dirigido al Otro; responde a un goce inconsciente e intolerable que convierte en sufrimiento corporal, montando una escena con espectadores
-Y… ¿entonces?-preguntó perpleja la médica, sin comprender bien, si estaba asistiendo a una suerte de delirio intelectual de uno de sus colegas, y evitando pedirle mayores explicaciones. Tal como versa el refrán, no aclares que oscurece…

Una vez Florencia contó:
“De niña, algunas monjas me golpeaban con fustas en la cabeza, piernas o cola. Sor Amparo, esa monjita, si que nos defendía y se enojaba con las otras, si descubría que nos lastimaban. Yo jugaba con mi amiga Amalia a golpearnos la cabeza contra la pared…ganaba la que mas sangraba…”

Fue madre adolescente y vivió mucho tiempo en la calle. Se ligó con un hombre, ex combatiente de Malvinas, que cuando montaba en cólera, descargaba el combate completo de las Falkland en ella y sus hijos. Un matrimonio de religión bautista la adoptó, pero dada su enfermedad mental, se ocupó también de alejarla del trato cotidiano con sus hijos, asumiéndolo ellos. Por otro lado, sugerentemente, dicha pareja no podía tener hijos.

El ateneo clínico versó sobre diversas diagnosis: psicosis, defecto esquizofrénico, oligotimia, histeria de conversión. Fue tan memorable, que hoy en día, recuerdo poco o nada de él.

La enfermedad mental, como el amor, no respeta género, edad, condición social, ni credo. Pero cuando la miseria, el abandono, el desamor, y la violencia conforman el entorno cotidiano de un ser humano…convengamos que, enloquecer, es la respuesta más coherente y consistente como único resguardo frente a tan brutal desamparo.


Lic Cintia Rolón
cintiarolón@hotmail.com

1 comentario:

  1. El desamparo

    Sola, tan sola estaba, tan yacente
    en su propio vacío y orfandades
    como si un látigo de hostilidades
    restallara en su espalda, o el tridente

    de futuro, pretérito y presente
    de un dios airado alzara tempestades
    y clavara en el alma realidades
    que ni vivió ni soñará su mente.

    Fue un día gris, y aunque ya estaba sola,
    no previó el rizo enorme de la ola
    del desamparo, abrazo de granito.

    Tendió la mano recabando ayuda,
    mas nadie la apresó; glacial o muda
    fue la respuesta a su angustiado grito.



    Francisco Álvarez Hidalgo

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