martes, 14 de abril de 2009

Adios, texto de la Prof. Noemí Acursi

“Con los ojos de la despedida os vi aquel día, cosas de nuestra vida.
Con ojos de la despedida, la casa estaba vacía en la hora de la despedida
y sin embargo quedaban las cosas de nuestra vida”
Alaide Foppa

El grupo como tal no existe es pura ficción, el grupo es creación humana, es una construcción, su
realidad es virtual, imaginaria: “Un conjunto de individuos que generan un imaginario que revierte sobre los mismos y los produce como grupo”, una red de relaciones estructurándose. ¿Cómo objetivar el fenómeno? Lo inefable de los grupos lo expresaba de esta forma. “El espacio grupal, espacio amenazado siempre por su inestabilidad, por su evanescencia, por el mito de la familia como grupo y del grupo (Ideal), como una gran familia, aquel espacio y tiempo ucrónico y utópico donde nada faltaba, aquel paraíso perdido donde estaba todo al alcance de la mano.

Cuando algo termina, muchas cosas suceden, la muerte es lo que le da significado a la existencia, la importancia del punto final, que me marca un horizonte, un camino, reside en su potencialidad para resignificar el proceso recorrido. Esto lo hemos aprendido de los lingüistas quienes nos dicen el como el lugar, el momento y la modalidad de dicha puntuación genera textos y significaciones muy diversas, más aún hasta que el punto final no sea puesto no podremos decodificar su sentido.
La pérdida del grupo real se transforma en la incorporación de un objeto bueno que nos instrumenta para futuras experiencias, cada sujeto ganaría para sí al grupo. El cierre entonces, lejos de traducirse en encierro, transmitiría la idea de contención: cerrar bien como continente de ese contenido que es el grupo, esa envoltura grupal que los mantiene juntos, primero como continente y después como límite necesario frente a las ansiedades y emociones que ha movilizado el proceso. El cómo del cierre, puntúa, marca, punto final-broche de oro.

Los procesos de desprendimiento instauran irremediablemente procesos de duelo en la experiencia subjetiva.

El grupo como objeto libidinal, su pérdida acarrea el retorno de lo ahí depositado, como duelo, como proceso de elaboración. La identificación como proceso estructural de la constitución de un sujeto es la experiencia de un constante desprendimiento, el duelo es también estructural, si bien se pierde el objeto también algo permanece, ahí somos en los restos y desprendimientos que fundan nuestra historia. Freud en su texto “Duelo y melancolía”(1917) nos dice que el duelo “Es la reacción frente a la pérdida de una persona amada, o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal etc.”. En este sentido decimos que es una reacción que implica un proceso de elaboración y dentro de ese proceso es muy importante significarlo, simbolizarlo. Al cerrar una historia se abre la posibilidad de una auténtica experiencia, es decir de poder provocar un extrañamiento frente a los hábitos, las costumbres.

Decir adiós, precisa un ritual que es una necesidad ancestral, en nuestra época parecería no haber oferta de significaciones sociales que propicien la inscripción de una pérdida, lo que se ofrece en cambio es una desmentida de los duelos. En su Antígona Sófocles nos advertía que si un cuerpo no se entierra con rituales devendrá la tragedia, También Albert Camus en “La peste” decía que una manera fácil de conocer la ciudad, es indagar como se trabaja, como se ama y como se muere en ella. Junto con las ceremonias de duelo también dejaron de tener importancia los carnavales, las fiestas, las mascaradas ya nos decía Joan Manuel Serrat en Fiesta: “En la noche de San Juan como comparten su pan su mujer y su galán, gente de cien mil raleas”... “Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”...

Cuando hablamos de duelo no nos referimos solamente a la pérdida de un ser querido, sino también duelo por no ser quien uno habría deseado, duelo por no ser más objeto para el goce del otro, el duelo por no saberlo todo, por la falta de certezas, que implica una renuncia narcisista de ya no ser “Su majestad, el bebé.¿ Cómo tendrá que vivirse el vínculo grupal para que la separación sea posible? Al parecer los grupos eventualmente actúan la capacidad de traicionar, de romper la alianza, el pacto, habrá que asumir que la fuerza que agrupa lleva el germen de su propia destrucción, Eros, libido que cohesiona, Thánatos, pulsión de muerte que destruye. Como diría Schopenhauer “Los puercoespines se congelaban y a pesar de eso ninguno soportaba una aproximación íntima de los otros”. Entre la atracción y la repulsión, entre la amistad y la hostilidad terminan por encontrar la distancia conveniente. Esto es el proceso grupal, para separarse tuvieron que estar juntos (alienación-separación).

El elemento del duelo asociado con la despedida: el alivio que proporciona la retirada de una situación que nos demanda distintas cosas, ante todo la inversión libidinal y este alivio es como recobrar la parte nuestra ofrendada para ser parte, una vuelta o retracción egoísta que deja como ganancia secundaria una sensación de liberación, entonces el proceso que de alguna forma culmina al grupo es justamente la separación, entendida como renuncia, pero también como pérdida, desprendimiento. Para Enrique Pichón Riviere todo se inicia con una pérdida, con un objeto que cae “La necesidad es el fundamento motivacional del vínculo” en este sentido, el ser humano es un ser que nace incompleto, su tarea es la recreación de un estado mítico de completud, porque siempre estará presente la primera pérdida, la primera muerte que tratamos de conjurar con todos los medios son ansiedades que nos permiten conjurar “la nada”, “el vacío” algo de la mirada y de la voz habrá de perderse para proseguir el proceso de constitución de una subjetividad que logre acceder al registro simbólico del lenguaje, esto se recrea en el espacio grupal, algo de la mirada y de la voz habrá de perderse para poder trabajar, trabajarse.

Ante la experiencia del fin, algo inicia, es el desprendimiento a veces traumático del ser indefenso arrojado al mundo, en el que la inscripción originaria se activa para regresar al paraíso perdido, madre-bebé uno por siempre y para siempre.

Tomar conciencia del fin, de un cierre como experiencia que nos ata a lo finito, a las leyes del mundo humano, significación del morir para poder significar la vida. Franz Kafka decía “Todo aquello que se mueve, tiene una meta, alguna actividad por la cual perece”.
Lo inmortal, la eterna juventud del “Retrato de Dorian Grey” nos remite a lo quieto, lo inmóvil, lo estereotipado, la negación del tiempo que transcurre, lo que vuelve siempre al mismo lugar.
Adiós de este espacio, de este tiempo, de este grupo, volver a construir nuevos contratos, nuevas alianzas pero con la huella, la marca de esta representación grupo, como ese espacio transicional que no es ni del sujeto ni del grupo, ese intermedio que nos posibilitará la búsqueda de nuevos espacios grupales.

Lic. Noemí Acursi
(Este artículo lo armé para trabajar con los alumnos de mi comisión el último día de clases.)

1 comentario:

  1. La despedida
    Dice Rosario Castellanos en “Los adioses”:
    “Quizimos aprender la despedida y rompimos la alianza que juntaba al amigo con la
    amiga y alzamos la distancia entre amistades divididas, para aprender a irnos,
    caminamos, fuimos dejando atrás las colinas, los valles, los verdes prados...
    Miramos su hermosura y no nos quedamos”
    Caminante no hay camino, se hace camino al andar... nos quedamos y nos vamos.
    Los vínculos son encuentros donde hay que estar y despedirse en un interjuego de identificación, vinculación, renuncia y despedida.
    Tensión de ser habitantes de estos lugares de apego y renuncia.
    “Dices que no se siente la despedida? Di al que te lo dijo que se despida” (Ricardo Palma Soriano).
    La despedida de un grupo es entonces un proceso de movimientos y desapegos múltiples por los que atraviesa cada sujeto en su recorrido por los avatares vinculares.
    Gilles Deleuze dice (1997:11) que devenir es un proceso. “Un paso de vida que atravieza lo vivible y lo vivido. Desde el primer día en la ronda de reconocimento con esa telé que provoca por lo que evoca hasta conocer tu nombre que te distingue de aquel de allá y entonces, desde el primer círculo como espejos rotos hasta hoy con la tarea cumplida, así estaba escrito, en el proyecto incluímos el fin, la muerte necesaria para poder trabajar y aprender de esto.
    Este grupo que desde ahora comienza a ser un objeto perdido que como tal hay que duelar, porque las despedidas constituyen una espectativa de pérdida, una anticipación de la ausencia del otro, un ritual, un despliegue de recursos desde las distintas modalidades del lenguaje (palabras, gestos, contacto).
    Sabemos que la fuerza que agrupa lleva el germen de la dispersión (eros y tánatos), tambien sabemos que para separarse tuvieron que estar juntos, eso implica una inversión libidinal que la des-pedida nos habilita para que sea “pedida” la parte nuestra ofrendada, para poder catectizar nuevos espacios grupales, que nos garantizen una pri,a de placer futura.
    “Con los ojos de la despedida os ví aquel día cosas de nuestra vida. Con ojos de la despedida la casa estaba vacía en la hora de la despedida y sin embargo quedaban cosas de nuestra vida” (Alaide Foppa).
    En la despedida hay actualización y reedición de procesos primarios, aparecen preguntas acerca del vínculo con otros, las representaciones del mundo, las proyecciones, el vínculo social, el debilitamiento de las certezas, doloroso pero posibilitador de nuevas búsquedas, duda que nos permite armar un proyecto identificatorio y catectizar nuevos espacios “con las cosas de nuestra vida, con otras vidas”. En cuanto a mí, duelo este grupo porque me siento parte, en el aula, en el pasillo, en el bar, en los mails, en los mensajes de texto, interferida, intervenida en un grupo de pensadores “El grupo de los miércoles” “El grupo de los sábados” transitando un proceso de crecimiento mútuo, para mí ha sido un privilegio coordinar este grupo en un entramado de teoría, técnicas, parciales laargos donde entró casi toodo, pero con caramelos y sensaciones, risas, emociones, bostezos, interrogaciones, de ganas de irse-quedarse.
    Decía el poeta: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar la mar”
    También la vida es un camino, los caminos transcurren de manera caprichosa, la vida también y la vida decidió que nuestros caminos se cruzaran, pero los caminos han de seguir. Ustedes hacen su camino, otras materias, la carrera, sus vidas... A mi ya saben donde encontrarme... En cambio yo, esa es mi apuesta, encontrarlos en la facu, en Clara, a un “grupo hablando de grupos” será para mí tarea cumplida.
    Gracias!!!
    Noemí Acursi (para el grupo de pensadores de la comisión 8 y la comisión 14 del primer cuatrimestr del 2009

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